Loading

El tajo de la muerte

Ahora, un poco de historia. Así era el Valle de México hace unos 400 años:


En su afán por adueñarse de la mayor extensión de tierra posible, los españoles le declararon la guerra al lago de Texcoco. Su lucha contra el permanente asedio de las aguas inició a principios del siglo XVII y como la naturaleza nunca cedió terreno, las autoridades tomaron una decisión asombrosa: ordenaron desecar el entorno lacustre. En 1607, luego de una inundación, Enrico Martínez presentó un proyecto para la construcción del desagüe del Valle de México. La idea parecía descabellada: el cosmógrafo del rey se comprometió a construir un inmenso túnel en la región norte del valle a través del cual correrían las aguas del gran lago. La obra fue conocida como el desagüe de Huehuetoca; se realizó en menos de un año y se ganó todas las críticas posibles. Mal hecha, la construcción tenía vicios ocultos y presentaba continuos derrumbes. La inundación de 1629 -la más grave en toda la historia de la Ciudad de México- obligó a trasformar el proyecto inicial y la idea del túnel fue sustituída por otra no menos impresionante: construir un desagüe a tajo abierto. Los ingenieros creyeron posible atravesar los cerros de Huehuetoca y cerrar prácticamente un cañon artificial por donde circularan las aguas libremente.


Durante todo el siglo XVII, la palabra Huehuetoca fue sinónimo de muerte entre los indios. Los pueblos vecinos estaban obligados a proporcionar mano de obra (hombres, por supuesto) para trabajar en el tristemente célebre tajo de Nochistongo que a los ojos de la gente era prácticamente una representación en vida del mismísimo infierno.

En Huehuetoca las enfermedades diezmaban a aquellos pobres infelices; otros morían arrebatados por las crecientes o despedazados contra los muros del canal, porque acostumbraban ponerlos a trabajar suspendidos con cables y cuerdas de los bordes y la violencia de las aguas que llegaban repentinamente los azotaba y los estrellaba. Algunos de ellos, a costa de grandes sacrificios, enviaban procuradores a España para conseguir del monarca como recompensa de antiguos y distiguidos servicios una cédula real que los exceptuase de aquél servicio.

Vicente Riva Palacio
Ni siquiera los cientos de víctimas que cobró el tajo de Nochistongo ablandaron a la naturaleza que, año con año, continuo asediando a la capital novohispana con sus terribles inundaciones.


Siempre que una actividad humana ha representado peligro de muerte, han sido (y siguen siendo) los hombres los encargados de realizarla, dejando a las mujeres a salvo. Es solo hasta que las condiciones de seguridad o paz avanzan lo suficiente que las mujeres pueden participar en tal o cual actividad. Dudo mucho que, en plena guerra revolucionaria, la sociedad mexicana hubiera exigido cuotas de mujeres para el Congreso, por ejemplo. La guerra es cosa de hombres, a nosostras no nos metan, hubieran dicho...

Esa y no otra es la principal razón por la que la esperanza de vida femenina siempre ha sido superior a lamasculina.

1 Comentario:

Anónimo dijo...

Me gusta todo tu articulo y coincido en varios puntos

Publicar un comentario

Sin registrarse, sin captcha, sin preguntas anti-bots. Tu comentario es publicado inmediatamente.